Bronnie Ware pasó años trabajando en cuidados paliativos, atendiendo a pacientes terminales en sus últimas 12 semanas de vida. Le impactó tanto que decidió contar su experiencia en un blog llamado Inspiration and Chai, donde reprodujo los últimos deseos de sus pacientes.
El éxito fue tal que al poco tiempo lo plasmó en un controvertido libro titulado ‘Los cinco mejores lamentos de los que van a morir’.
Ninguna mención al sexo, tampoco les importaba irse sin haber probado experiencias vibrantes como hacer puenting o no haber cumplido con otros clásicos como escribir un libro o plantar un árbol.
Ware habla de la claridad y de la visión espectacular que tiene la gente al final de sus vidas, y cómo podemos aprender de su sabiduría. "Cuando les preguntaba de qué se arrepentían o si hubieran hecho algo de manera diferente, casi siempre me respondían lo mismo".
"La lista era larga, pero en el libro traté de centrarme en los cinco más comunes", explica la autora.
Estas son las "confesiones sinceras y reales de las personas que cuidé en su lecho de muerte".
1. Ojalá hubiera vivido a mi manera
Muchos se quejaban de no haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a sí mismos, sino a lo que los demás esperan de ellos.
"Cuando se dan cuenta que su vida está a punto de terminar y miran hacia atrás, es fácil ver cuántos sueños se han quedado en el camino. La mayoría no había cumplido aún ni la mitad de sus sueños y tenía que morir sabiendo que era debido a las
decisiones que habían tomado".
2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro
Ware afirma que ésta era la frase más repetida por los pacientes de sexo masculino.
Casi todos los hombres que cuidó sufrían por haberse perdido la infancia de sus hijos, la juventud de sus hijos y lamentaban no haber disfrutado más de la compañía de su pareja. Sentían que habían malgastado tanto sus vidas; comprendieron tarde que no se debe basar la existencia en el trabajo. "
3. Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos
A menudo las personas renuncian a sus sueños e ideales por el bien de los demás.
Ocultan sus sentimientos con el fin de mantener la paz de su entorno. Como resultado, se conforman con una existencia mediocre y nunca llegan a ser lo que en realidad quieren ser o lo que realmente son capaces de hacer. "El origen de muchas enfermedades tiene relación con la amargura, la frustración y el resentimiento que esto conlleva", explica Ware.
4. Ojalá hubiera mantenido el contacto con mis amigos
"Casi todos se acordaban de sus viejos amigos y recordaban con pesar los mejores momentos vividos a su lado, lamentando no haber sido capaces de mantener esa amistad con el paso de los años. Querían despedirse de ellos, pero no siempre fue posible localizarlos", cuenta Ware.
"A veces nos sentimos tan absorbidos por nuestras propias vidas, que es como si estuviéramos atrapados y renunciamos a uno de los mayores tesoros de la vida, la amistad.
He sido testigo de la profunda pena y arrepentimiento que esto ha ocasionado a mis pacientes, les atormentaba no acerca haber dedicado a sus verdaderos amigos el tiempo y esfuerzo que merecían. Todo el mundo echa de menos a sus amigos cuando se están muriendo", añade la enfermera.
5. No he sabido ser feliz
Otra revelación sorprendente: muchos de los pacientes no se dan cuenta hasta el final de sus vidas de que la felicidad es una elección. Se quedan atascados en viejos patrones y hábitos. El llamado ‘confort de familiaridad’ interfiere con su salud emocional.
(Por eso insisto que uno de los principios claves para la vida es entender que lo único que necesito para ser feliz es una actitud agradecida ante la vida.
La queja es un imán para la desgracia.
Nos quejamos tanto de lo poco que nos hace falta
que dejamos de agradecer lo mucho que tenemos.
Es fácil agradecer cuando las cosas están bien
¡Por supuesto!, cualquiera lo hace. Pero, la verdadera gratuidad se forja es cuando las cosas están complicadas).
l miedo al cambio les lleva a pensar que están contentos con lo que tienen, cuando en el fondo anhelaban hacer otras cosas, como reírse más y hacer tonterías, concluye Ware.
El éxito fue tal que al poco tiempo lo plasmó en un controvertido libro titulado ‘Los cinco mejores lamentos de los que van a morir’.
Ninguna mención al sexo, tampoco les importaba irse sin haber probado experiencias vibrantes como hacer puenting o no haber cumplido con otros clásicos como escribir un libro o plantar un árbol.
Ware habla de la claridad y de la visión espectacular que tiene la gente al final de sus vidas, y cómo podemos aprender de su sabiduría. "Cuando les preguntaba de qué se arrepentían o si hubieran hecho algo de manera diferente, casi siempre me respondían lo mismo".
"La lista era larga, pero en el libro traté de centrarme en los cinco más comunes", explica la autora.
Estas son las "confesiones sinceras y reales de las personas que cuidé en su lecho de muerte".
1. Ojalá hubiera vivido a mi manera
Muchos se quejaban de no haber tenido el coraje de vivir una vida fiel a sí mismos, sino a lo que los demás esperan de ellos.
"Cuando se dan cuenta que su vida está a punto de terminar y miran hacia atrás, es fácil ver cuántos sueños se han quedado en el camino. La mayoría no había cumplido aún ni la mitad de sus sueños y tenía que morir sabiendo que era debido a las
decisiones que habían tomado".
2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro
Ware afirma que ésta era la frase más repetida por los pacientes de sexo masculino.
Casi todos los hombres que cuidó sufrían por haberse perdido la infancia de sus hijos, la juventud de sus hijos y lamentaban no haber disfrutado más de la compañía de su pareja. Sentían que habían malgastado tanto sus vidas; comprendieron tarde que no se debe basar la existencia en el trabajo. "
3. Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos
A menudo las personas renuncian a sus sueños e ideales por el bien de los demás.
Ocultan sus sentimientos con el fin de mantener la paz de su entorno. Como resultado, se conforman con una existencia mediocre y nunca llegan a ser lo que en realidad quieren ser o lo que realmente son capaces de hacer. "El origen de muchas enfermedades tiene relación con la amargura, la frustración y el resentimiento que esto conlleva", explica Ware.
4. Ojalá hubiera mantenido el contacto con mis amigos
"Casi todos se acordaban de sus viejos amigos y recordaban con pesar los mejores momentos vividos a su lado, lamentando no haber sido capaces de mantener esa amistad con el paso de los años. Querían despedirse de ellos, pero no siempre fue posible localizarlos", cuenta Ware.
"A veces nos sentimos tan absorbidos por nuestras propias vidas, que es como si estuviéramos atrapados y renunciamos a uno de los mayores tesoros de la vida, la amistad.
He sido testigo de la profunda pena y arrepentimiento que esto ha ocasionado a mis pacientes, les atormentaba no acerca haber dedicado a sus verdaderos amigos el tiempo y esfuerzo que merecían. Todo el mundo echa de menos a sus amigos cuando se están muriendo", añade la enfermera.
5. No he sabido ser feliz
Otra revelación sorprendente: muchos de los pacientes no se dan cuenta hasta el final de sus vidas de que la felicidad es una elección. Se quedan atascados en viejos patrones y hábitos. El llamado ‘confort de familiaridad’ interfiere con su salud emocional.
(Por eso insisto que uno de los principios claves para la vida es entender que lo único que necesito para ser feliz es una actitud agradecida ante la vida.
La queja es un imán para la desgracia.
Nos quejamos tanto de lo poco que nos hace falta
que dejamos de agradecer lo mucho que tenemos.
Es fácil agradecer cuando las cosas están bien
¡Por supuesto!, cualquiera lo hace. Pero, la verdadera gratuidad se forja es cuando las cosas están complicadas).
l miedo al cambio les lleva a pensar que están contentos con lo que tienen, cuando en el fondo anhelaban hacer otras cosas, como reírse más y hacer tonterías, concluye Ware.
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